Una vendedora de necropanchos y un Adeptus Arbites llevaron a la muerte de 20.000 millones de personas. Las indiscreciones de un enamorado llevaría al exterminio de toda la vida del planeta Forraederi. “Se podría decir que fue una historia de amor”, pensó Karuy, “que devino en que yo fuese investigada por mis pares por primera vez en 66 años de servicio”.
Otsija Karuy inició su carrera en las Sagradas Órdenes de la Inquisición del Emperador como la mayoría: una de las Naves Negras de la Schola Progenium se la llevó de su olvidado mundo natal. Sus padres habían muerto en el servicio del Emperador.
Como progena, fue entrenada en la fe y en el Credo Imperial, así como en artes marciales, y en el uso de todo tipo de armamento. Sólo los más sobresalientes son reclutados para servir en las elites del Imperio, como el Comisariado o las Adeptus Sororitas, y tan sólo unos pocos de estos sobresalientes son enviados de forma directa a la Inquisición.
Su mentor Laerer Utmerket la recomendó para ser incluída entre el selecto grupo que es la Ordo Antropologus. Eran tan sólo 5, y todos hombres. Ella no sólo fue la primera mujer, sino que pronto los superó a todos en lo rápido que avanzaban sus investigaciones sobre la naturaleza humana. Hasta el fatídico día en que uno de su acólitos se enamoró de una vendedora de necropanchos.
“Si la gente supiese de qué estaban hechos los necropanchos”, pensó Karuy. Pero tan sólo un selecto grupo de la elite imperial sabía cómo se hacían los alimentos que consumían las masas de los planetas colmena como Forraederi.
Ese era un pequeño secreto, comparado con los que solía ocultar la Inquisición. Nadie podía saber sobre la existencia de los demonios, o los cultos al caos. Cualquiera que estuviese al tanto de alguno de esos temas, debía morir para preservar la paz en el Imperio.
Los Seis de la Ordo Antropologus, había agregado un apartado a esa lista, y era quien supiese algo sobre las investigaciones y experimentos sociales que este grupo de Inquisidores realizaban sobre la población de cientos de planetas.
Sólo Los Seis y sus Interrogadores estaban al tanto. Ante la mera sospecha de que alguien de la población se hubiese enterado, había que sacrificarlo. Si no se sabía quién o quiénes eran los que podrían saber el secreto… debía decretarse el Exterminatus.
Un recurso que generalmente sólo se utiliza cuando todas las demás opciones se han agotado. Ya que declararlo sobre un planeta significa la destrucción absoluta de ese mundo. Su población debe haber sido juzgada irredimible, y sacrificable.
Los Seis sólo lo habían decretado en tres ocasiones, cuando no podía saberse si sus secretos se habían filtrado a la población. Las tres veces se había utilizado como excusa un culto del caos irredimible e imborrable. Pero la última, a pedido de Karuy había generado más pesquisas de parte del Ordo Excorium, encargado de investigar si había sido usado correctamente.
Esto sucedió porque Forraederi era un planeta considerado vital para la maquinaria bélica del Imperio. Esa historia de amor entre un arbites y una vendedora de necropanchos podría costarle caro a Los Seis, y a ella en particular, ya que para que no se sepan los secretos de la Ordo Antropologus, podrían pedirle un Suicidio Ritual.
Siete cultos para siete ciudades
Los acólitos de Karuy habían descubierto nada menos que siete cultos a los dioses del caos, en Forraederi. La Inquisidora había tomado el caso en sus manos por lo extraña de la situación. Cada culto se había originado en una ciudad colmena diferente, había quedado circunscrito a ella, y no tenían relación con los otros.
Karuy no contaba con tantos Interrogadores, por lo que distribuyó las siete ciudades entre ella misma, y sus dos Interrogadores. Jauta Jiet recién se estaba iniciando, todavía no estaba lista para un trabajo de tal magnitud, así que sólo se ocupó de una de las ciudades colmena. Las otras seis, se las habían dividido tres y tres, entre Karuy y su mano derecha, el Interrogador Ubru Kelig.
Kelig llevaba casi 18 años trabajando con Karuy. La Inquisidora lo consideraba su mano derecha, y su acólito más confiable. Pero Kelig le guardaba rencor, por no querer dejarlo ir. Él estaba convencido de que ya estaba listo para ser instituido Inquisidor desde hacía al menos 10 años.
Por esa razón, Kelig se esforzó en que su investigación, y su informe, pudiesen ser superiores a lo que fuese a presentar su propia jefa. Comenzó una competencia, sin que la Inquisidora estuviese al tanto.
Paradójicamente, el gran descubrimiento que valió la muerte de 20 mil millones de personas, y la destrucción de un mundo, lo había hecho Jauta Jiet en la ciudad colmena Mortui Sunt. Un culto conocido en el inframundo de la colmena como Hermanos de la Sangre Verdadera, había surgido como una especie de adoración al sangrado ritual.
Los seguidores se cortaban a diario, y agregaban su sangre a los guisos comunales. Eso no era lo extraño, ya que habían visto cosas peores en decenas de mundos. Lo raro fue la conexión que hizo Jauta Jiet entre el Polvo Madre, que se le agregaba a cada uno de los alimentos de Forraederi, y los siete cultos.
Todo surgió durante la reunión mensual en la que Karuy y sus Interrogadores se informaban mútuamente sobre los avances en sus respectivas investigaciones. Al terminar las exposiciones Jiet comentó, tímidamente, sus conclusiones. Esperaba una represalia por no haber esperado y haberlo entregado como un informe redactado apropiadamente.
Karuy, muy al contrario, explotó de emoción, y pidió a ambos que ahondasen sobre el tema en las próximas investigaciones. Incluso allí mismo diagramó un experimento para que cada uno llevase adelante en una ciudad en las que no habían surgido cultos del caos.
Alimento de las masas
Jiet había descubierto que los siete cultos estaban relacionados con la sangre, de algún modo. En esas siete ciudades colmena, se utilizaba el Polvo Madre como base de la cadena alimenticia. Cada comida que ingería la gente común se elaboraba a partir de una pasta formada con Polvo Madre y agua.
Desde los populares necropanchos, a la sanguipasta. Según Jiet, el secreto del comportamiento de los cultistas podría estar en la alimentación, ya que en las otras colmenas de Forraederi se utilizaban diferentes compuestos como base alimenticia. En algunas el más común soylens viridians, y en otras el corpse-starch.
El primero, Jiet sabía que se hacía a base de un tipo de algas de criadero. El coprse-starch era una mezcla de soylens viridians, con los cuerpos de los cientos de miles de personas que morían a diario en las ciudades colmena. Esos muertos eran reducidos a sus proteínas más elementales, y luego transformadas en una especie de harina o polvo, que era la base de todos los alimentos.
Al parecer, el Polvo Madre era algo similar, pero era un secreto de estado que sólo los más altos niveles del gobierno planetario tenían derecho a saberlo. Nadie estaba por encima de la Inquisición, así es que Jiet finalmente obtuvo la receta.
Incluso Karuy se sorprendió al conocer la fuente, a pesar de su increíble conocimiento de las costumbres humanas a lo largo y ancho de miles de mundos. Nadie supo decir cuándo y cómo había surgido la costumbre pero, el Polvo Madre estaba hecho a partir de cadáveres humanos mezclados con unos extraños hongos.
Hasta ahí no parecía nada fuera de lo normal en mundos sobrepoblados. Esos hongos eran algo que sólo crecía en los sumideros de ciertas ciudades colmena. No crecían ni tan rápido, ni tan abundantemente como para alimentar a miles de millones de personas. Pero alguien había descubierto, miles de años atrás, que si se los regaba con sangre humana, crecían en minutos.
Así es que en las siete ciudades colmena, donde habían surgido los siete cultos de adoración de la sangre, cada trabajador debía donar sangre una vez al mes. Esta se usaba para regar hongos que, con sólo gotas, creían de a millones. Como así y todo no eran suficiente para formar la base de un alimento de masas, lo mezclaban con las proteínas desecadas de los cuerpos de los miles que morían a diario.
Esto les dió a Karuy y a sus Interrogadores una hipótesis de trabajo. Debían comprobar si el culpable de la aparición de los cultos era el Polvo Madre. Así es que Karuy emitió una órden a los gobernantes de tres ciudades colmena sin cultos, para que cambiasen la alimentación.
Odio, amor y muerte
Kelig había quedado tan malhumorado porque una recién llegada se llevase todos los elogios de la Inquisidora, que cometió un error que ningún futuro Inquisidor debería haber cometido: Hablar de más.
Para poder avanzar más rápido en sus investigaciones, había contratado los servicios de los Arbites locales. Eso era algo normal, pero no tanto que les hubiese contado detalles de lo que buscaban, y de lo que esperaban.
Dio la casualidad que uno de esos arbites, se había enamorado recientemente de una simpática vendedora de necropanchos. Comía dos veces al día en su puesto sólo para poder hacerla reír. Amaba ver los pocos dientes amarillos que ella mostraba sin verguenza tras cada broma que él le hacía.
Cuando el Arbites se enteró de lo que la Inquisición quería hacer, no pudo evitar contarle a su amada. Esta se lo contó a sus familiares y amigos, y estos a… Ocurrió lo que se conoce como reguero social.
Como Kelig mantuvo este error oculto para tratar de solucionarlo antes de que saliese a la luz, ya no se pudo saber quién sabía y quién no.
Así fue que la Inquisidora Otsija Karuy tuvo que tomar la terrible decisión de pedir un Exterminatus para Forraederi. Debía ordenar la destrucción de ese planeta sin haber podido comprender si el Polvo Madre tenía algo que ver con el surgimiento de los cultos.
Karuy había cubierto sus pasos muy bien. Tenía un ejército de autosavants dedicados a escribir informes falsos “por las dudas”. En uno de esos, incluso, figuraba cómo los cultistas habían asesinado a su acólito el Interrogador Ubru Kelig.
Así es que ya contaba con pruebas de sobra sobre la existencia de un culto imposible de erradicar que justificaba el Exterminatus. Pero, lo que la hacía sufrir no era que el juicio de sus pares pudiese salir mal, sino que para cubrir bien sus pasos, tuvo que abandonar al hongo sediento de sangre. Había desaparecido junto con todo ser vivo del planeta Forraederi.